Ella

La lluvia me pilló desprevenida aquella tarde de verano mientras caminaba por la desiertas calles. Miles de gotas mojaban mi ropa con la intención de vencer el calor que azotaba la ciudad. Me gustó la sensación de pasear bajo la aquella fina cortina de agua y decidí alargar mi camino hasta el pequeño refugio de madera que había a un kilómetro del pueblo. El paseo se me hizo más largo de lo que imaginaba pero por fin visualicé las cuatro paredes y el techo que constituían el refugio. Entré en la vacía y oscura estancia en la que difícilmente entraría cuatro personas. Me acerqué a la ventana y observando las gotas de lluvia caer cerré los ojos y respiré hondo. A ella le encantaba la lluvia y si hubiera estado conmigo estaríamos bailando fuera. Me dejé envolver por el sonido que producían las gotas de lluvia sobre la hierba y aspiré el olor a humedad del lugar. De pronto aquel olor a moho se volvió dulce y afrutado y la temperatura aumentó levemente. Unos susurros en mi oído me sobresaltaron y unas caricias sobre mi ropa mojada me hicieron estremecer. Unas manos sin cuerpo me despojaban de mis prendas y rozaban cada rincón de mi cuerpo, mientras unos labios me besaban tiernamente el cuello. Mi respiración se aceleraba por momentos mientras mi cuerpo experimentaba nuevas sensaciones provenientes de aquellas manos y aquellos labios. Aumentaba el calor tanto como aumentaba la humedad y justo en el instante en el que de mi garganta surgió un leve gemido, un indescriptible placer me envolvió como si de una manta se tratara. En ningún momento vi el rostro de quien me hizo disfrutar, pero a pesar de eso yo sabía de quien se trataba, yo sabía que era ella porque solo sus manos me acariciaban así, solo su voz lograba hipnotizarme de aquella manera y ella era la única persona que me hacía sentir el mundo a mis pies. Relato y foto enviados por: Kalimera