18 febrero, 2009

06 febrero, 2009

Calentón

Como cualquier viernes de cada semana Arthur acostumbraba a salir. Frecuentaba el bar de su íntimo y mejor amigo, Maurice. Hombre de poca fe pero mucha experiencia en relaciones personales.
- No seas ingenuo Arthur por favor. ¿No te das cuenta de que esa clase de mujer jamás se fijaría en un hombre como tú? Está jugando contigo amigo. Se atrevió a decir.
Arthur tenía la mirada triste, aún no lo había superado. Dejar a Eva fue la decisión menos acertada de su vida. Pensaba que no le amaba hasta que se dio cuenta de que jamás podría volverla a tocar. Se dio cuenta demasiado tarde de su error y su decisión le estaba costando muy caro. Estaba loco por ella, pero Eva se cansó de esperarlo eternamente. Él la recordaba constantemente, no la podía olvidar. ¡Cuánto le echaba de menos aquella noche!
Él permanecía allí, sentado tras la barra de un bar, charlando con su mejor amigo. Hablando ¡cómo no! del desamor, de lo mucho que costaba desenamorarse y de lo imposible de poder follar sin estar demasiado borracho. Y estando en esa conversación sonó el clic de la gran puerta del bar. Hacía frío y una pequeña cuadrilla de chicas entró en el bar. Todas parecían del montón exceptuando una. Ella, la primera, que hizo brincar su corazón.
¡Era un cañón! ¿De dónde había salido esa mujer? El jamás le había visto pero su presencia le impactó. Su cabello era largo y negro. Sus pechos enormes, salían de la camisa blanca medio abotonada. Ella, con paso firme, pasó por su lado y a su paso le rozó con su espalda. Ella le miró de reojo y él dándose cuenta de la sensualidad de dicha mujer le devolvió la mirada. Sus caras se habían encontrado por primera vez. Ella le dedicó una de sus mejores sonrisas. Él, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo alegró su vista ante semejante cuerpo. Sus piernas no demasiado largas eran fibrosas. Su tez morena brillaba en la oscuridad del bar y su culo sobresalía sobremanera de la pequeña y ajustada falda negra. Su cuerpo le estaba absorbiendo. Pero ella apartó la mirada. Cabizbajo, esperó la derrota, pero ¡cuán equivocado estaba!
Ella aprovechó el pequeño hueco de entre los taburetes para hacerse sitio entre la multitud. Sus manos comenzaron a peinar su cabello para separarlo de la cara sensualmente. El se estaba derritiendo pero no se atrevía ni siquiera a abrir la boca. Ella, volvió su mirada de nuevo y decidida se acercó a él.
-Eres guapo, dijo. Y pareces sólo. ¿No tienes nadie que te acompañe esta noche? Preguntó.
Él, mirando con asombro a su amigo contestó:
- No, no tengo a nadie, pero acepto compañía.
Ella, sabiendo del efecto del poder de su atracción, sin más rodeos le cogió su dedo índice y metiéndolo en su boca lo chupó. A Arthur se le salían los ojos de las órbitas y sin más preámbulos le dijo:- Me estás poniendo nena, cuidado que no respondo de mis acciones, yo te aviso.
-¿Qué ocurre, no te gusta?- Yo pensaba que sí. No sé, si quieres puedo intentar con otra cosa...
-¿Y qué es esa otra cosa que puedes hacer por mí?
- No sé, se me ocurre que comenzaría a tocarte y a rozarte. Dejaría que me cogieras mis pechos y te los llevaras a tu boca, eso me encantaría.
- A mí también me gustaría lamértelos, uno tras otro mientras dejo que mis manos rocen tu ser y mi dedo penetre en tu sexo. Querida, esta noche no será únicamente mi dedo lo que te metas en tu boca.
- Soy consciente de que tras mirarme has pensando en follarme. Imagínate lo que puedo hace por ti lamiéndote eso que tienes entre las piernas, le dijo sin ningún tipo de pudor.
-Me llamo Arthur, y sí quiero follarte. Pero antes tomemos una copa.
-Claro, yo un Gintonic, con poco hielo por favor. Maurice miraba la escena incrédulo. Temía que ella se estuviera aprovechando de su amigo y con reticencia comenzó a preparar el combinado.
Arthur cogió el vaso y sacó dos hielos, no lo dudó ni un solo momento y los metió dentro de la insinuante camisa apretada de ella. Ella se estaba poniendo, el más. Estaban como en un sueño, tenia delante a una mujer preciosa y ardiente, era justo lo que necesitaba esa noche.-Si sigues así voy a tener que desnudarte aquí mismo. Te aviso que soy capaz de muchas cosas.
-Y si tu sigues rozándome nena, haré que nos quedemos solos en el bar. Te subiré encima de la barra y te penetraré hasta que me digas basta.
- No quiero esperar más, sígueme. Dijo ella.
El se levantó y mientras lo hacía golpeó su precioso trasero con la palma de la mano.
-¿Adónde me llevas? Dijo él.
-Quiero hacer el amor en la playa, llévame y seré tuya completamente.
Caminaron no más de cinco minutos por la orilla del mar cuando divisaron una roca. Todo el lugar estaba a oscuras, ya que unos árboles tapaban todo el paisaje. Corrieron hacia las rocas. Él la cogió entre sus brazos, y la besó. Sus lenguas se rozaron suavemente mientras que sus manos se acariciaban intensamente. El seguía sobando sus grandes senos. Ella le bajó los pantalones y cogió su sexo entre sus manos. Estaba erecto y caliente y eso a ella le excitaba.
-Ahora vas a ser mía, quiero estar dentro de ti. Le dijo suavemente al oído.
Y cogiendo con lentitud su cuerpo hizo que apoyara sus manos en una de las rocas. Con ansia le subió la falda apretada y se dio cuenta de que no llevaba nada!, Eso era lo más. La flexionó, y la agarró de las caderas. Con un leve movimiento de cadera la penetró. Ella suspiró de placer y giró su cara para poder ver la cara del hombre que la estaba poseyendo. Sonrieron, y siguieron hasta apagar su sed. Tras un buen rato se calmaron, tenía ansia de placer.
Relato enviado por: Paris

05 febrero, 2009

Desesperada

Recuerdo los días en los que desde la distancia, me acompañabas en todos mis caminos.
Me despertaba pensando en ti, tu antes habías hecho lo mismo.
Afrontaba las rutinas mañaneras con tu cara sonriente junto a mí.
Paseaba(mos) lentamente por la orilla del río admirando los barcos.
Todo me recordaba a ti.
A nuestras noches de pasión inconfesables.
A las confidencias a media voz.
A los viajes compartidos, a los venideros.
A los recuerdos comunes.
A las fantasías relatadas
en susurros y en francés...
A tus ansías de conocerme,
de poner cara a mi sexy voz.
Al deseo explícito de nuestros cuerpos.
A las montañas de leyendas de pasión.
A secretos a medias,
a risas cómplices e
ilusiones proyectadas.
Natillas de chocolate
y cucharas rebañadas.
A los tiempos de los templarios
y corpiños de mesoneras.
A tus manos sin nervios
acariciando mi blanca piel.
A nuestros labios sellados
por un eterno deleite.
Nuestros cuerpos palpitantes
estrujados contra la pared.
El uno, no en contra, sino a favor del otro.
A favor de lo sublime, la caricia espontánea
los pelos erizados y la carne de gallina.
Del DESEO con mayúsculas
y la imposibilidad de plasmarlo.
De los helados de yogur con moras
y los besos en los ojos.
Tú mientras, esperabas y esperabas.
Esperabas escuchar mi voz, ponerle cara.
Esperabas que yo me abriera a ti.
Que confiara mis secretos.
Esperabas mis relatos, mis palabras
mis gestos, mis miradas. Mi dulzura, mi calor,
descansar en mi regazo.
Que te llamara vida, cari, rey
mi guardián del templo, mi todo!
Ahora sé que algún día podría hacerlo,
Espero que eso no me convierta en DES-esperada....
Relato enviado por: La Dama de Hielo

Zirrikitua

Goizeko zortziak ditu iada gainean iratzargailuak, bera ohituta dago horretara baina ni…Ni hementxe nago maindirez babestutako kabi honetan, goxo goxo, leihoko zirrikitutik itsas melodia entzunez, ai nire zirrikitua,itxaropenaren zirrikitua, ametsena, fantasiazko istorioen zirrikitua. Begiak itxiaz…Leiho soinua entzuten dut… Irekitzen ari da poliki-poliki, eguzki izpiak sartzearekin batera, gela berotzen hasi da, norbait leihotik sartu da, bera da, nire mariñela! Zatoz niregara mariñela, zatoz! harrapatu zure sareetan, zure besoetan, ni naiz zure gaurko jakia. Ez duzu lan haundirik ni eransten, munduratu ninduten moduan bainago, zure zain, larru hutsik, izaren itzalpe honetan. Ohetik jeike naiz harrera gozo bat egitera eta hurbildu naiz beregana. Begietara begira, sudurra, ahoa, besoak, eskuak denak niretzako, maonezko alkandora zoragarria, bai, baina... Hobe batez! Azken bi botoiak askatzearekin batera, eskuak luzatu ditut beherantz eta rast! Zizta bizian, prakak eta ondorengo guztiak, kanpora! Biok parez pare, bi amorante, itsasoan galdurik. Kresalezko hatsa dut nabari nire okotzean, mingaina egarriz, nirea eskainiz, listua partekatuz, nirea zure zurea nire. Nire ezpain xikatuak hezetu iezaizkidazu zure muxuez, jateko gogoz, ai... Eguzkiak beztutako azal leuna, nirea da guztiz. Gau ilunean bakarrik, zu eta ni biluzik, gorputzak elkar komunikatuz, hitzik gabe ulertuz. Zure titiak laztanduz, berotzen hasi naiz, berotzen hasi gara, zure arnasa nabarmenduz nere bularretan, titi puntak gogortzen ari zaizkit, orduan eta horzkada haundiagoak, mina eta gozamenaren arteko borroka. Buelta emanez, bizkarka jarri natzaio, ipur masailak zakila marruskatuz, gora eta behera, berak titiak igurtzen dizkidan bitartean. Hanka arteko dardarra, ahulezia, gorputzen ezin egonak, oheko maindire denak kenduz, bertan paratuz, bere buztana ahoan sartuz, daztatuz, eskuen higiduraz gortzen eta berotzen mariñelaren arrauna. Ontzien desorekak sortutako olatuetan murgilduz, bila iezaidazu hainbat itsasbehera naiz itsasgora jasandako ozeanoko fruitua, hainbat egunetan ondarretan lurperatua. Mariñela! Bai hortxen da bai, miazkatu ezazu bai, horrela, bai, horrela, nere altxor preziatuaren txoko guztiak lamikatuz zukua liberatu arte. Bere besoetan hartuz, izter gainean jarriz, hanka zabalduz, sartu du guztiz barrura, nere fluxuaren laguntzaz, bere zakila nire kobazulo hezera ai... ai... Hau da eromena, garraxi eginez, barruko kea askatuz, animali gosetuen moduan, erotu beharrean, zainak odol beroz gainezka, bihotza ezinean, erritmoa azkartuz, sartu eta atera, bolkana sutan, mariñela hor da azkenekotan, eztanda sexuala, bai, bai atera du bere zakila sumenditik… Laba dario, nere aurpegitik. Beso artean atseden hartuz, pasatuko dugu gaua. Goizaldean, ametsaren lurrina zirrikitutik joango da mariñelarekin eskutik. Relato enviado por: Ozeanoko fruitua.

Fluidos para un camionero

Hace un par de años, en verano, tuve la oportunidad de follar tanto como quise. Fue mi primer verano libre en mucho tiempo y lo quise aprovechar al máximo. Salía casi todos los días y casi siempre me llevaba a alguien a casa. Pero aún así no era suficiente, tengo que admitir que el sexo me vuelve loco y cuanto más guarro mejor. Siempre he querido ser guionista y a poder ser actor porno.
Tengo un par de amigos, con los que ya he hecho un par de tríos, y me informaron de la existencia de páginas de contacto gay. Me sacaron unas fotos un tanto calientes, siempre desnudo y con la polla morcillona, y las colgué. Tengo que decir que en general no me funcionó mucho, pero uno de los polvos fue realmente increíble, y casi tan ideal y perfecto como una escena realmente tórrida de una pelí porno.
Logré contactar con un camionero. Para empezar nos describimos mutuamente, yo: 1´80, 77 kilos, ojos verdes y pelo castaño y corto. El: ojos azules, pelo rapado, cuerpo fibrado, 1´70, 70 kilos y voz ronca. Todo pintaba bien, pero lo mejor viene ahora. Hablamos y nos pusimos a cien. Yo soy activo y cerdo y el pasivo y cerda. Me comentó que vendría a Donosti, y hasta que nos viéramos podíamos hablar y calentarnos, para saber lo que nos gustaba y así poder ahorrarnos el trabajo de comentar lo que queríamos hacer.
Durante días estuvimos hablando dos o tres veces al día, siempre me decía que quería ser una puta, y que le tratasen como tal. Decía que quería pollazos en la cara, y ser follado en diferentes posturas. Yo además le decía que me correría en su cara y él disfrutaba aún más. Me dijo que no quería que le hablara, simplemente quería que le insultara mientras lo penetraba y que le diera azotes cuanto más fuertes mejor. Todos los días me tenía que hacer alguna paja en su honor. Después de las conversaciones que tenía con él me iba corriendo a ver alguna pelí porno y machacármela como un puto mono, pensando que le reaventaría el culo a un camionero.
Llegó el viernes por la noche, quedamos a eso de las nueve y media en el centro, y fuimos a una pensión de mala muerte, donde él iba a pasar la noche, y yo uno de los mejores momentos de mi vida. Al salir del coche, él ya me notó el bulto en los pantalones (la verdad es que no es muy larga, pero si gorda) y le gustó.
Fuimos casi corriendo a la pensión, al subir en el ascensor le di la vuelta y lo puse contra la pared. Empecé a rozar mi paquete contra su culo y le dije que seria mi zorra, él suspiró y dijo que estaba deseando ser la más guarra. Sólo para mí, le di un lengüetazo en el cuello y le acaricié los pezones. Salimos del ascensor y el pasillo se nos hizo eterno hasta llegar a la habitación.
Cuando cerramos la puerta, me empezó a sobar el paquete, que ya estaba a punto de salir. Le puse la mano en el hombro, y le obligué a arrodillarse, me saqué la polla y le dije que me la chupara, como bueno puta que era. Yo le cogía de la cabeza y le metía la polla hasta la garganta, hasta que no podía más sin parar de decir que era una zorra. Él disfrutaba teniendo la boca llena de polla gorda. Mojaba la polla con mucha saliva, y eso me ponía todavía más. Era realmente caliente ver como caía saliva de su boca, y pasaba la lengua por mis huevos. Me senté en la esquina de la cama, y le daba pollazos en la cara y se la volvía a meter en la boca. Le obligaba a tragarse la polla entera, hasta llegar a los huevos para volvérsela a restregar por toda la cara y volver a metérsela en la boca. Le follé la boca durante quince minutos. Y me pidió una corrida. Lo tumbé en la cama y puse mi polla en su cara. Me la machaqué como nunca antes, hasta que explotó por su frente y su nariz. Salió una leche muy espesa. Mi semen huele muy fuerte, y eso lo hizo ponerse a mil. Me pidió que le metiera cuatro dedos por el culo hasta que se corriera y así lo hice. Nos tumbamos en la cama, y él se fumó un cigarro después de lavarse la cara. Esperamos un poco más y me volvió a coger la polla, para volvérsela a comer. Esta vez lo quería follar, lo quería reventar y él me pidió que le reventara como a una zorra. Lo puse de pie contra la pared, y con el culo en pompa. Me puse el condón y lubricante. Jugué un poco con la polla en la entrada de su maravilloso culo, y sin decirle nada, se la metí hasta el fondo. El camionero estaba atrapado entre mi cuerpo y la pared, y no hacía otra cosa que suspirar y gemir de placer. Yo no paraba de darle azotes, y de follarlo. Le agarré bien de las caderas y me lo follé con ganas, como a una zorra, que era lo que él quería y no paraba de pedir.
Algunas veces iba más lento, con penetraciones profundas y con golpes secos, y otras veces rápidas y bestiales. Me saqué la polla y lo tumbé boca abajo en la cama. Me puse encima y saltaba sobre su cuerpo, no podía metersela más aunque quisiera. Luego me levanté y lo puse a cuatro patas, escupí en su culo y se la volví a clavar entre azotes. Me la saqué y le llené la cara de leche. Él todavía no se había corrido y estaba caliente como una perra, por eso me pidió que le acompañara al baño. Se tumbó en la bañera y me pidió que le meara. Me dijo que no tenía prisa, que teníamos toda la noche por delante hasta que le meara por toda la cara y todo el cuerpo.
En un principio me quedé extrañado, pero la idea me gustó mucho, así que me tranquilicé y me concentré. Al poco tiempo salió la lluvia dorada tan ansiada. Él levantó la cabeza y se masturbo como un bruto, hasta correrse. La meada le cubrió todo el cuerpo, se restregaba todo lo que yo le eché por todo su cuerpo desnudo. Al ver todo eso me puse tan cachondo que me hizo una mamada y me corrí encima de su cuerpo todavía mojado de mi meada.
Fue una de mis mejores experiencias.
Relato enviado por: Cerdo bisexual

03 febrero, 2009

Amante inesperado

Eran las cinco de la madrugada cuando un fuerte viento golpeó con insistencia su ventana. Ella, sobresaltada pegó un grito desgarrador y un sudor frío recorrió todo su pequeño cuerpo desnudo haciéndola temblar de temor. Estaba sola, no tenía a nadie a su lado para consolarla ni acariciarla y se sentía el ser más ínfimo de éste planeta. Su cabeza reposaba junto a una gran almohada, demasiado grande para una sola persona y en esa postura con la mirada perdida en el horizonte echó a llorar desconsoladamente. Charles le había dejado por otra mujer y sólo pensaba en el dolor que sentía al recordarlo. Encendió la luz de una cálida lámpara de vidrio coloreado y comenzó a buscar un cigarrillo para calmar su angustia. Se acopló en su almohada y encendió un pitillo. Fumar la hacía reflexionar y su mente comenzó a reaccionar. No podía creer lo que había pasado esa noche, era tan doloroso...
Todo comenzó esa misma noche... Él le había hecho dichosa, se sentía segura y protegida a su lado pero la aparición en escena de Ana había tirado por la borda toda su felicidad. Charles era inspector de policía, trabajaba día y noche pero ella asumía la importancia de su trabajo. Al fin y al cabo él siempre sabia cómo recompensar las noches de soledad que pasaba esperando su regreso. Esa noche Charles regresó más tarde de lo normal. De repente oyó cómo abría la puerta de su casa y su corazón comenzó a latir con fuerza. ¡Por fin había llegado! Estaba esperando ansiosamente a ese hombre que tanto amaba, pero Charles no parecía el mismo. Su rostro cansado y su extraña mirada pronosticaban una mala noticia. Él se quedó mirándola fijamente pero no pudo aguantar la mirada de la mujer que tenía enfrente. Esa noche Charles no iba a dormir a su lado y ella se dio cuenta de ello.
-¿ Cariño, qué está pasando?- No pareces el mismo. Preguntó ella con nerviosismo, esperando una respuesta coherente. Charles se armó de valor Y respondió:
- Laura, no sé cómo decirte esto pero mereces que te sea completamente sincero. Ella, perpleja se esperó lo peor y su intuición femenina no falló.
- No sé cómo ha ocurrido todo esto pero me están esperando en la habitación de un hotel, es una mujer a la que he conocido esta noche. No puedo dejar de pensar en ella. Lo siento, lo siento mucho pero no puedo hacer nada, he de irme. Quiero irme con ella.
Laura no reaccionó, sé quedó inmóvil, viendo cómo se marchaba su amor a toda prisa. No se lo podía creer pero era real. Su hombre, su amante, se había marchado a un hotel con otra mujer y sólo vino a recoger algo de ropa. Era totalmente irreal. La puerta se cerró y Charles entró en el coche. Aceleró bruscamente y se dirigió a la autopista.
Tenía a una diosa esperándolo en una habitación, era toda para él. Una increíble mujer que deseaba estar esa noche con él. Cuando hacía sólo una hora que se habían conocido. Pero ¿cómo había ocurrido todo? Se preguntaba mientras notaba que sus ansias de sexo aumentaban a medida que se acercaba al lugar de la cita.
Todo comenzó en el Pub. Estaban celebrando el ascenso de su colega e intimo amigo George cuando la música en directo comenzó a sonar. Era un grupo de música al que acompañaba una solista cuya voz llamó la atención de Charles. Hasta ese momento no se había percatado de la presencia de esa mujer en el escenario pero al escucharla cantar quedó sorprendido. Se acercó tímidamente y quedó boquiabierto al mirarla. Llevaba un precioso y ajustado vestido de terciopelo rojo, marcando todas sus sinuosas curvas. Sus piernas, interminables, se vislumbraban por la ranura del costado del vestido y sus pechos quedaban perfectamente acoplados al ceñido vestido. Ella se movía sensualmente en el escenario y Charles seguía todos sus movimientos con la mirada. Estaba hipnotizado y apenas había tomado un Jhonny Walker. Acaparó toda su atención y no podía dejar de mirarla. Ella se dio cuenta de ello y se sonrojó. Le impactó su porte, su altura y su cara con rasgos marcados le atrajo sobremanera. Era un hombre como a ella le gustaban. Tampoco podía dejar de mirarlo. A medida que avanzaba la canción, se estaba sintiendo avergonzada. Acosada de la mirada de ese hombre que la estaba desnudando con la mirada, pero decidió seguirle el juego. La canción llegó a su fin. A Charles le pareció interminable pero al fin, al menos tenia una oportunidad de conocer a esa misteriosa y espectacular mujer.
Antes de que él pudiera acercarse a ella ella bajó del escenario y se acercó a él. Suavemente y acercándose a su oído le dijo:
-Hola, como te llamas. Te ha gustado mi actuación? Parecía que le temblaba la voz, y comenzó a sentirse vulnerable, pero no desvió su mirada de él.Charles, notó que todo su cuerpo comenzaba a reaccionar, su miembro comenzó a endurecerse, sentía una sensación muy fuerte al tenerla tan cerca pero no bajó la guardia y le contestó: Me llamo Charles y me ha gustado tu actuación, pero si he de serte sincero tu voz no es lo que más me ha gustado de ti.
-Yo me llamo Ana. ¿Qué es lo que más te ha gustado de mí entonces? preguntó juguetona.
-Simplemente tú. Contestó firmemente. Y te diré más. Te he de confesar que te he imaginado encima del escenario pero no precisamente cantando.
- ¿ y me dirás qué es lo que te has imaginado entonces? o ¿es algo que no puedes contarme? respondió ella.
- Quizás no te guste, contestó.
-Prueba, si no lo intentas jamás sabrás si me ha gustado o no.
- Esta bien, tú lo has querido. Quizás mejor si te lo explico con hechos y no con palabras. Se atrevió a decir.
- Ella no podía creer lo que estaba escuchado, le estaba proponiendo una noche de sexo sin apenas entablar conversación, era un desconocido. Estaba sorprendida pero sentía una inmensa atracción por ese hombre. Sentía como sus pechos se encogían... De repente un impulso se adueño de ella y acercando sus labios a su cara y se atrevió a contestar:
- Vaya, resulta que yo tambien te he imaginado y no aquí precisamente. Si quieres puedo contarte algo que puedo hacer por ti
.- Me gusta la idea, pero quizás mejor si me lo fueras explicando ya sabes, explícitamente, no quisiera perder detalle.
-Me atraes, dijo ella. Siento la necesidad de follarte esta noche y hacer que caigas muerto de placer.
-Es exactamente lo mismo que se me ha pasado a mí por la cabeza, solo que yo soy el que desea penetrarte durante toda la noche.
- Bien, dijo ella totalmente excitada, parece que queremos lo mismo. Si te vienes esta noche conmigo no la vas a olvidar, no te arrepentirás.
-Esta noche quiero hacértelo una y otra vez, acabar extasiado de ti. Seré todo tuyo.
Charles no dudó en apretarla contra su cuerpo y besarla apasionadamente. Todo el local se les quedó mirando pero a ellos es no les importaba. Querían que todo fluyese libremente, y así fue. Él la cogió de la cintura y se la llevó hacia los servicios. Charles estaba fuera de sí, y ella notó cómo su sexo comenzaba humedecerse a medida que él acariciaba todo su ser. La puso contra la pared de la entrada de los servicios de caballeros, allí no había nadie y la empujó levemente hacia la pared. Charles metió sus manos por el interior del vestido, ella le desabrochó el cinturón. No dejaban de tocarse y acariciarse, estaban inmersos en su erotismo. Pero, de repente ella paró y le dijo:
- Aquí no, llévame a un hotel, quiero seguir toda la noche jugando contigo.
Charles tuvo que hacer un esfuerzo por parar pero consiguió despejar su mente por un momento y reaccionó. Quedó un rato pensando y le dijo que le esperase en un hotel ubicado fuera de la ciudad. Que cogiera una habitación, mientras él iba a casa a buscar algo de ropa para cambiarse. Ella accedió y quedaron en verse en el menor tiempo posible. Todo había ocurrido muy rápidamente pero la pasión no entendía de horas ni de minutos. Ocurrió de esa manera, los dos sentían un gran morbo con su nueva situación y no querían dejar pasar ese momento, así que Charles se dirigió a su casa.
Estaba sudoroso y es en esa situación cuando Laura lo vio. Su corazón latía fuertemente pero se sentía con fuerza para asumir la realidad de Laura.Así que decidió dar el paso, hablar con ella y marcharse junto a Ana. El trayecto hacia el hotel se le hizo interminable pero al fin llegó. El recepcionista le preguntó su nombre y le comunicó el número de habitación. Era la 343. Charles se sentía ansioso, nervioso, totalmente excitado ante la inminente noche de locura que le aguardaba tras esa puerta. Era algo maravilloso lo que le había ocurrido esa noche y no pensaba en otra cosa que en ella. Metió las llaves y cerró la puerta. Ella lo estaba esperando apoyada en la mesa que se ubicaba en el centro de la habitación en una postura que a él le pareció de lo más sensual. El se acercó y lo primero que hizo fue tumbarla suavemente en la mesa. Poco a poco fue levantándole el vestido y vislumbró un pequeño tanga rojo en su interior. Suavemente se lo quitó y comenzó a besar su sexo. Ella gemía en voz baja. Era un gemido que le salía del alma por el placer tan inmenso que sentía. Ése gemido a Charles le estaba excitando cada vez más. La desnudó completamente y la cogió entre sus brazos. La tumbó en la cama. Ardía en deseos de penetrarla cuando ella se dio la vuelta y cogió su pene entre las manos, agitándolo suavemente. Él sabia que no podría aguantar mucho más tiempo en esa situación pero se dejo llevar. Él al igual que ella sentía tanto placer...
Ella cogió el mando de la situación y dejando que Charles comenzara a lamerle los pechos comenzó a cabalgar encima de él. El movimiento de sus caderas daba más y más placer a Charles hasta que ella comenzó a gemir y a emitir sonidos de placer a los que el no pudo resistirse. Llegaron juntos al clímax. Cayeron rendidos empapados de sudor, felices de lo que habían deseado y de lo que habían conseguido. No pudieron quedarse dormidos. Era tal la atracción que sentían el uno por el otro, que no pararon hasta el amanecer. En ése momento quedaron completamente dormidos y satisfechos. Se ducharon, se vistieron y desaparecieron juntos en la carretera, jamás se supo nada más de ellos.
Relato enviado por: Paris

Solas

Somos una pareja de Donosti y buscamos conocer a una chica para amistad y lo que surja.
Así empezó todo, y qué poco me imaginaba lo que se escondía detrás de estas simples palabras. Iba mirando fotos en una página de contactos, huelga decir cual. A veces, por mero aburrimiento, otras en cambio como aquél que busca agua en el desierto. Es duro, pero honesto reconocerlo. Mi vida pasaba por altibajos y mis deseos también. Este perfil me lo sugirió un amigo francés. Le había gustado la chica, y pensó que tal vez podría adecuarse a lo que buscábamos. Cosas que se dicen al amparo de una luz tenue y con una pantalla de ordenador de por medio…. Y acertó. Me gustó, vaya si me gustó. Lo que decía me parecía bien, y la foto más todavía. Así que me armé de valor y le contesté.
Tardo un tiempo en hacerlo ella, casi un mes para ser exactos. Pero la espera mereció la pena. Empezamos a hablar de forma más continua. A sincerarnos, a compartir todo tipo de intimidades. Yo estaba sorprendida en extremo, ya que jamás había tenido este tipo de relación con alguien del mismo sexo. Había tenido oportunidades, pero nunca había querido hacer uso de ellas. Poco a poco el carisma de ésta chica me fue embaucando. Raro era el día en el que no hablábamos, reíamos, obsequiábamos detalles...
Pese a mis reticencias y resistencias, mi mundo empezó a girar en torno a ella. Me acostaba con su cara en mi retina y de esa misma manera me despertaba. Recordando su amplia sonrisa y su bella cara. Hasta que al final me decidí a dar el paso e insinuarle que quería que nos conociéramos. Ella y yo, solas. Sin hombres a nuestro alrededor. Sabía que era lo que ella realmente quería. Me costó convencerla, pero acabó aceptando. Fijamos un día y hora. A las 5 en el Astoria. Ya no existía, pero era un guiño entre nosotras.
Todo mi cuerpo temblaba, tanto por fuera como por dentro. Realmente estaba indecisa del paso que iba a dar. Tenía miedo a no saber volver, no ser como esperaba e imaginaba. O todavía peor, qué hacer con todo eso en caso de que me gustara. Me convertiría de golpe y porrazo en lesbiana??? Para los hombres es una gran fantasía, pero no deja de ser homosexualidad. Llegué en punto, cosa rara en mí. Y allí estaba ella con cara angelical esperándome. Me acerqué por detrás y le robé un beso a traición. Ella se asustó y giró sobre sus talones, quedándonos perdidas en la mirada de la una y la otra. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y supe que aquél era el comienzo de un gran día.
Un par de cafés en el mismo antro, el más cercano. Y sin siquiera hablar del tema nos dirigimos al hotel de enfrente. Entramos por la parte de atrás y nos hicimos con una habitación en aquella elegante recepción. Mándenos una botella de cava, fue lo último que dijo ella. Subimos en el ascensor, muy juntas. Nuestros cuerpos pulsando a la vez y su mano por dentro de mi camisa. Sabía que tenía que ser ella la que tomara la iniciativa. Como quien dice, era mi primera vez.
Abrimos la puerta, pasé tímidamente dentro. No sabía qué hacer, ni como. Ella empezó a reírse y a besarme por el cuello. Tranquila preciosa, déjame a mí que yo si sé…. Sin darme cuenta abrió los botones de mi camisa suavemente y siguió besándome bajando hacia mi canalillo. Yo contenía mi respiración, excitada ante lo que me venía. Beso a beso fue recorriendo mi pecho. Sus pezones rozaban los míos, llegando al clímax con sólo ese gesto. Nos quedamos repitiéndolo una y otra vez. Esa cercanía de algo tan sensible…era lo más de lo más…
Mientras tanto deslizo su mano por debajo de mi falda y con mucha maestría coloco su corazón, el dedo, entre mis ardientes labios. Empezó a moverlos suavemente, después rápidamente, en círculo de arriba abajo. Maaaaaaaaaaaadre mía, porqué habré esperado tanto tiempo a esto??? No podía parar de gemir, de derretirme entre sus dedos, claudicar ante el sumun del placer. La botella de cava ya estaba allí. (La eficiencia y la rapidez son un plus en estos hoteles…) La abrió, no sin antes sacudirla un poco. Aquello estalló al igual que nuestra pasión. Derramó el líquido espumoso por encima de mi cuerpo y bebió delicadamente de mis pechos. Yo hice lo mismo, pero dejé que el cava recorriera su sudoroso cuerpo y que cayera gota a gota en mi boca de su entrepierna. Hubiera bebido aunque fuera gasoil. Los fluidos se mezclaron, y quise distinguir el sabor a su intimidad. Coloqué mi lengua lo más adentro que pude y empecé a lamer y a relamer. A introducir mi lengua cada vez más dentro y moverla sin tregua. Ella no paraba de gritar y de acariciarme, de tirarme del pelo. Era obvio que sabía cómo proporcionarle placer…. Introduje mis dedos sin parar de colar mi lengua por esa atractiva abertura. Quiso devolverme tanto éxtasis y se colocó de tal forma que hizo que las dos disfrutáramos al mismo tiempo. (Soy de letras, pero éste número mira que me gusta… 69… cuánto recuerdo…)
Se dio la vuelta y se sentó sobre mi pecho. Para ser más exactos sobre uno de ellos. Colocó su vagina sobre mi pezón y empezó a moverse arriba y abajo y a abrir y cerrar sus piernas. Jamás había disfrutado tanto. Nos volvimos locas las dos. Tocando, rozando, gimiendo. Subimos al Olimpo del deseo y del placer, y lo mejor fue que lo hicimos a la vez. Tras esto nos abrazamos y caímos conjuntamente en brazos de Morfeo.
Me desperté con una voz. Servicio de habitaciones! Desean alguna otra cosa? Tristemente comprobé que no había nadie más. Sólo una nota. A las cinco en el Astoria?
Relato enviado por: La dama de hielo

Mis vecinitas

Viernes por la noche y mi novia hoy tampoco está. Esto de que vivamos cada uno en una ciudad empieza a causar mella en mí. No sé qué hacer hoy. No sé si encender el ordenador y guarrear con alguna o meterme en el youporn, o leer unos relatos de tutxokoerotico…. No sé, no sé…. Y de pronto se hizo la luz. Acaban de encenderla mis queridas vecinitas. Tres estudiantes universitarias de toma pan y moja. Cada cual más guapa, más sexy. Tal vez en extremo delgadas para mi gusto. Me encantan las jamonas……. Aunque también me apetecen éstas…no estoy para hacer ascos a nada. Lástima que les saque diez años. Si las llego a conocer en mi época de estudiante, les hubiera tocado la puerta con cualquier excusa. Pero ahora, seguramente pensarían que soy un viejo verde pervertido. Y tampoco es plan, hay que mantener el vecindario sin líos.
Me coloco detrás de las cortinas. Mi cocina da justo a sus habitaciones, qué suerte la mía. Lástima que nos separe el patio interno. Veo dos figuras. Un chico y una de mis vecinitas. Parece que entre ellos hay un imán de pasión y combustión. Se acercan, se pegan el uno al otro, se restriegan…. empiezan a comerse la boca, los pechos, toooooodooooooo. Justo en ése momento ella mira hacia mi ventana y esbozando una sonrisa cierra las cortinas. Mierda, ahora ya no veo nada. Parece que enseguida se arrepiente y vuelve a descorrer la cortina. Un poquito sólo, lo justo para que entrevea lo que allí acaece. En ese paréntesis he conectado mi video cámara. Dirigiéndola hacia mi sofá. Voy a grabarme queriéndome. Haciendo de voyeur, mirándoles a ellos. Para después mandárselo a mi amante telefónica. Ella siempre me manda fotos y demás y me apetece sorprenderle con algo. No os había dicho lo de mi amante telefónica? Bueno, eso tal vez requiera otro capítulo. De momento no pierdo coma de lo que sucede delante. Veo sus cuerpos desnudos tumbados encima de la cama. Estoy de suerte, porque la morena es la más guapa de todas. Oigo sus gemidos que retumban en el patio interior. Mientras tanto yo juego con mi pequeño amiguito. Le acaricio, jugueteo con los dedos. Le paso revista como diariamente, sólo que hoy es diferente. Me siento en compañía, pensando en ellos, en ella a quién se lo voy a mandar… Cada vez se retuercen más. Gritan más. Ella cabalga sobre él. Él tira de su larga y negra melena. Follan como bestias ante mí como testigo mudo. Hasta entonces, no me puedo reprimir más. He intentado mantenerme, como a ella le gusta. Pero mi cuerpo tiene espasmos de placer y no me queda otra que correrme entre mis y sus gemidos de placer………Todos en bonita sintonía. La cámara graba mi miembro en su mayor esplendor. Me he corrido hasta faltarme el aire y de nada han servido los pañuelos que había colocado. Ha sido como el Big Ban. Caigo rendido después de semejante éxtasis, deleitándome imaginando la cara de mi amante telefónica cuando le lleguen las imágenes. Me pregunto si esto de una vez por todas, le pondrá a ella…
Y mañana al todo a 100.
Relato enviado por: La dama de hielo

Verano sin palabras

Parecía un día de verano como otro cualquiera, era un día caluroso y con un cielo muy azul, hasta aquí todo era muy normal, lo que se espera de un día de verano.
Me encontraba de vacaciones en una isla bastante tranquila, la belleza de aquel paraje era increíble. Sus aguas de color turquesa contrastaban con las arenas blancas que formaban sus orillas. Bellos acantilados se erguían como gigantes de piedra.
Era un sitio perfecto para desconectar del mundanal ruido, se respiraba tranquilidad solo el rubor de las olas rompiendo en la arena y los pájaros de mar rompían el silencio. Era un sitio estupendo para tomar el sol completamente desnudo, esto me gustaba e incluso me excitaba enormemente, estar desnudo y así unirme a la naturaleza con toda su energía, pero esa tranquilidad que se vivía se desmoronó al sentirme observado. No muy lejos de donde yo estaba se encontraba una hermosa mujer que no cesaba de mirarme. Tenia cabellos azabaches piel morena y llevaba un vestido vaporoso de color blanco el cual transparentaba su cuerpo. Debajo de su vestido no llevaba nada, únicamente su desnudez más provocativa, me sentí extraño, algo recorrió mi cuerpo, como si una descarga eléctrica recorriese mi espina dorsal en el momento justo que nuestras miradas se encontraron.
Miradas intensas de esas que ya no olvidas jamás, no podía apartar la mirada de sus ojos mientras ella se acercaba a mí. Era increíble, me sentía como hechizado, esos ojos, esa mirada. Cuando al fin pude apartar mi mirada de sus ojos me di cuenta que su vestido vaporoso había sido movido por la brisa de aquella cálida tarde y con ella uno de los tirantes había descendido vertiginosamente por su hombro dejando uno de sus pechos al descubierto.
Ufffff!!!, Era increíble era un pecho firme y perfecto con un pezón sensual, que apetecía morder y más viendo que lo adornaba un aro de brillante plata. Cada vez se acercaba mas a mí solo había dos escasos metros entre ella y yo cuando me di cuenta que mi excitación no era la única que crecía... al verlo ella me dedicó una sonrisa picara mirando mi excitación esta vez claramente corporal.
Allí me encontraba yo no hubiera imaginado ni en el mejor de mis sueños húmedos lo que pasaría a continuación. Ella se paró delante de mí, miraba mis ojos y muy despacio se empezó a poner de cuclillas.
Ufffffff, ese vestido es como si no lo llevase, vi su sexo, su forma, vi como se abrían sus labios cuando se acuclillaba, con sus manos ella apartó los cabellos de mi cara y recorrió mi hombro, mi brazo, mi pierna, uffff!!! esto se ponía de los más duro. Tanta fue mi excitación que de mi sexo broto una gotita brillante, de lo cual ella se percató y como si de una abejita se tratara recogió el néctar con un dedo y se lo llevó a su dulce boca, estremeciéndose de placer. Acto seguido cogió mi mano y la llevo a su sexo abierto por la postura, estaba realmente húmeda y caliente.
Su sexo era suave, muy suave y mi mano se deslizaba de delante hacia atrás por su sexo, con mí otra mano le quité el otro tirante del vestido, ansiaba ver sus pechos desnudos. No pudo ser ya que al descender el vestido quedó suspendido por la dureza de su pezón, estaban duros y firmes como piedras, me empujó hacia atrás y rápidamente se puso encima de mí. Llevó sus pechos a mi boca la excitación y los gemidos nos desbordaban, pronto una ola de calor y placer colmó nuestros cuerpos. Estaba dentro de ella y era una situación que nunca antes había tenido. Su interior aterciopelado me hacia gritar de placer, ella se arqueaba mientras que me cabalgaba profundamente, notaba su humedad que descendía por mis testículos, estaban empapados de su esencia, era increíble, la cabalgada del siglo diría yo.
El clima y el éxtasis reinaban la playa, el silencio fue derrocado por los gemidos de placer, saliva y mordiscos se cosechaban en nuestros cuerpos. Ella se encontraba al borde del orgasmo sus movimientos ahora eran lentos y acompasados. Mi sexo estaba mas duro que nunca. Sabiendo que se estaba corriendo muy despacito, los espasmos y su humedad al compás de sus gritos la delataban hasta que mordiéndome la boca estallé dentro de ella. Era una pasada, nos habíamos corrido los dos sintiendo la energía de aquel sitio. Nos abrazamos y nos tranquilizamos sin decirnos ninguna palabra. De repente, ella se levantó y se fue igual que vino, sin dejar de mirarme. Esos ojos eran especiales, me llegaron a lo más profundo de mi ser, en ningún momento hablamos pero esos ojos decían lo suficiente.
Hoy en día a mis 83 años aún sigo buscando una mirada como aquella. Una mirada que decía tanto... Decía todo lo que hay que decir. Ese verano siempre lo recordaré... De la chica nunca supe más, pero su mirada me acompaña en mis sueños y en mi vida.
Relato enviado por: George

El trakatra del tren

Se oye un silbido y el tren parte puntual. Son las 16:15 en punto. Jodida puntualidad inglesa! Coloco mi maleta a duras penas en el minúsculo espacio que nos proporcionan para ello. Menos mal que mi solícita amiga que me acompañaba, ha cargado con ella hasta la estación y más allá hasta dentro del propio tren. Desconozco la causa que me impedía ser funcional en esos momentos.
El trayecto desde el buffet chino hasta la estación ha sido una cuenta atrás, o una aventura de Indiana Jones en la ciudad. Semáforos en rojo, calles equivocadas…. Y el maldito reloj que no paraba de marcar los minutos. Y entre tanto, nosotras manteníamos una animada conversación acerca de juguetes sexuales. ¿Acaso hay algún momento más propicio para hablar de éstas cosas que aquél en el que intentas alcanzar un tren en una ciudad prácticamente desconocida para ti, y el tiempo te ha vuelto a jugar una mala pasada? La siguiente a la izquierda….”Tenía también unas braguitas de cuero con cremallera…” ¡No, no, no todo recto! ¡Me las acabaron arrancando y rompiendo! En la rotonda a la derecha. “y unas de caramelo…” Ante semejante presión la adrenalina y la libido se disparan en todos los sentidos. ¿O seremos nosotras? Ella es un 4 sexual, tendrá eso algo que ver con todo esto? O tal vez el factor secreto sea el sexo telefónico que mantuve ayer contigo, que hace que me mantenga en éste estado. De todas formas, ¿qué más da? Cinco largas horas de viaje me esperan por delante. Así que tendré que buscarme algún tipo de entretenimiento.
Me dejo caer en el horrible asiento azul ajado del tren mientras temo fervientemente por mi libido. Seguro que ante ésta horrenda visión me abandona hasta más ver o sentir… ¡ Dios mío, apiádate de mí y mándame alguna señal que me haga seguir en éste camino de lo pecaminoso! Tac…tac…¡ y eso ya son dos! Rubio afrancesado a menos diez y macarrilla con barba y gorra en punto. Este último fuera de juego de momento saldando sus deudas con la almohada. Pero ya volverá…
Oh Señor, gracias por esta prueba y regalo. No he decidido todavía cuál va a ser la estrategia. Ufffff, que calor hace. Tal vez debería cambiarme de ropa…. Eso es, voy a utilizar la de tengo tanto calor que me voy a poner algo más fresco. Me levantó y me acerco a dónde está mi maleta, casualmente justo al lado del francesito. Me inclino sinuosamente no sin antes dedicarle una mirada cargada de lujuria e inocencia. Él me corresponde con la suya y una ligera sonrisa lateral. Ya está, le falta poco par a caer en mis redes. Me siento. Coloco una pasmina impidiendo que los de atrás puedan ver. Sólo él puede hacerlo. Empieza el espectáculo. Me quito el jersey, le miro. Me quito la camiseta de forma disimulada dejando entrever sólo por un segundo mis senos, le miro. Esta vez finge que no me está mirando. Pero noto su pulso in crescendo. Me pongo otra camiseta, le miro abiertamente, desafiante. Por último, le toca el turno a mis pantalones. Me deslizo en el asiento, dejando caer súbitamente mis pantalones hasta los tobillos. Su cara refleja la inmensa incredulidad ante lo que ven sus ojos. Me pongo los otros. Está todo hecho. Dejo que su mente y su corazón se aceleren por momentos. Unos minutos para que la expectativa vaya aumentando. Después me incorporo lentamente y meneando mis caderas con estilo me planto en la puerta del baño. Me giro tímidamente y le miro de soslayo. Entro dentro y empiezo a contar hacia atrás. Cinco, cuatro, tres…. Antes de llegar a cero la puerta se abre con decisión y allí aparece mi regalo de media tarde. Me empuja hacia la pared, firmemente pero con suavidad. Me levanta y me coloca en sus caderas, no sin antes arrancarme el botón del pantalón y bajármelos hasta donde dejasen de molestar.
Besos salvajes a traición, sus manos estrujando mi pecho. Y una mano maestra mimetizada con mi vulva. Con la mía busco su punto de apoyo, y allí lo encuentro firme esperándome. Descubro toda su extensión. La recorro una y otra vez. La tiene tan dura que pienso que va a reventar. Me corro de placer, de notarle tan excitado. Parece que esto también le motiva a él. Sin mediar media palabra me penetra con fuerza. Entre el vaivén del tren y el de nuestros sexos todo tiembla a mí alrededor y dentro de mí. Sigue penetrándome, empujándome contra la pared y mordiendo mi pecho derecho. No puedo con tanto placer. Vuelvo a correrme. Parece que él tiene mucho aguante. Sigue así durante un buen rato. Después se sienta en la taza y yo sobre él. Mi frente choca contra la puerta, pero no me importa. No lo siento. Sólo noto su gran miembro desfilando dentro de mí. En éste momento soy toda tuya. Y todo tú eres mío. Cojo su pene entre mis manos y lo coloco entre mis pechos. Me muevo arriba y abajo. Y en una de éstas me lo meto en la boca. Él suspira de placer. Sigo. Subo y bajo, con la lengua lo recorro por entero. Otra vez dentro. Siento que llega el momento. Lo saco y lo vuelvo a colocar como al principio. Y allí encima de mis mamas calientes desparrama todo su placer.
Ha sido fantástico. Nos vestimos. Sale el primero. Y al rato voy yo. Sólo tengo una pena. Y es que el macarra no se haya despertado. Qué no hubiera pasado sino…. Relato enviado por: La dama de hielo

Playa Gaviota

Estaba de nuevo en esa fantástica cala de arena blanca y fina y aguas transparentes. Era el día de navidad y no se me ocurría mejor sitio donde estar. A ratos leía, a ratos observaba a la gente. No era una playa nudista en su totalidad. Pero había mucha desnuda y una no puede evitar darle placer a los sentidos.
En uno de esos momentos de observación meramente científicos..., salió del agua un Adonis del surf. Tabla en la mano izquierda y un ceñidísimo traje de neopreno negro y gris que delimitaba su esbelta figura. Larga cabellera del color del oro y 3 pendientes a un lado y un último en el otro.
Menuda pinta de chulazo, chulo playa. En cuanto le vi, supe que iba a ser para mí. Uhmm, sabroson. Nuestras miradas se cruzaron y me giré totalmente para que pudiera apreciar mi busto. Él también supo que iba a ser mío y se prestó a ello gustosamente.
Pasó a mi lado, le miré intensamente con una mirada libidinosa. Dejó caer la tabla al borde de mi toalla. ¡Hola, que tal! Soy George, nunca te había visto por aquí. ¿Cómo te llamas? Celia le contesté yo, mientras le devoraba con mis ojos de colegiala inocente. El resto os lo ahorro.
Charlamos de cosas varias mientras nuestros cuerpos estaban cada vez más cerca y vibraban en la misma sintonía. Le miré, le deseé, le seduje. Cogió su tabla y me llevó de la mano a las rocas. Allí nadie nos vería y de todas formas, ¿acaso importaba?
No podíamos reprimir nuestro deseo y por el camino comenzamos a besarnos ardientemente. Según llegamos a las rocas, me tumbó encima de su tabla. Comenzó a recorrer mi cuerpo con manos de experto y lengua de sabio. Soltó hábilmente las cintas de la parte de debajo de mi minúsculo bikini brasileño y me deleitó toda entera.Buceó en mis adentros, en mi superficie, en mis costados en donde quiso él y quise yo. Me lamió por completo, pero seguía pareciendo sediento. Saqué un pecho y le di de beber. Estaba ávido de placer, consumió de ambos. Mientras tanto sus manos trabajaban en mi entrepierna con gran maestría.
Ahora me tocaba a mí. Le cogí de los hombros, lo acorralé sobre la tabla y me monté encima. Abrí con fuerza su cremallera, disfrutando de su escalofrío. No me defraudó. Su torso desnudo invitaba al banquete. Comencé a acariciar sus pectorales con mis manos, mis dedos. Después con mi lengua. Él se iba derritiendo poco a poco. Nos besamos con pasión y desenfreno. Coloque mis pechos sobre el suyo y con movimientos delicados fui bajando hasta donde parecía que el traje iba a explotar. Bajé hasta su miembro besándole por entero. Metí mis manos a través del neopreno y tomé con suavidad pero firmemente ese gran regalo de la naturaleza.Seguí bajando la cremallera hasta finalmente despojarle de todo el traje. Tenía un tattoo desde el glúteo izquierdo hasta más abajo de la rodilla, y otro en la espalda. Me volví loca, me encantan los tattoos. En ese momento me di cuenta de que su joya iba coronada con 2 pendientes. Madre mía, ese chulazo era una caja de sorpresas y placeres escondidos.
Mi lengua recorrió su sexo, jugueteé un rato con las anillas. Lástima no tener un poco de sandía para poder colocársela justo ahí....De todas formas, me supo a gloria.Nuestras manos no paraban de tocarse mutuamente y nuestros cuerpos se restregaban cada vez más y más. Más y más calientes y con más y más fuerza.Estábamos al borde del colapso, y entonces, sólo entonces me hizo suya. Al principio lentamente, salía y entraba. Disfrutando, haciéndome sentir cada instante. Cada visita. Después cada vez con más fuerza y rapidez. Le pedí que no se moviera, que me abrazara y besara estando dentro de mí.
Volvimos a cabalgar y en un momento me cubrió con su parafina. Me agarró de los brazos y me atrajo hacia él besándome a pleno pulmón en un intercambio sin fin. De pronto, miré la hora y me di cuenta que el tiempo había volado y nosotros placenteramente en él. Pero debía marcharme, porque mi marido y los niños me esperaban para abrir los regalos. ¡Yo ya había tenido el mío!
Gracias Santa, éste año te has portado. Prometo ponerte algo más que leche y galletas el año que viene. ¡FELIZ NAVIDAAAAAAAAAAD!
Relato enviado por: La dama de hielo