03 febrero, 2009

Verano sin palabras

Parecía un día de verano como otro cualquiera, era un día caluroso y con un cielo muy azul, hasta aquí todo era muy normal, lo que se espera de un día de verano.
Me encontraba de vacaciones en una isla bastante tranquila, la belleza de aquel paraje era increíble. Sus aguas de color turquesa contrastaban con las arenas blancas que formaban sus orillas. Bellos acantilados se erguían como gigantes de piedra.
Era un sitio perfecto para desconectar del mundanal ruido, se respiraba tranquilidad solo el rubor de las olas rompiendo en la arena y los pájaros de mar rompían el silencio. Era un sitio estupendo para tomar el sol completamente desnudo, esto me gustaba e incluso me excitaba enormemente, estar desnudo y así unirme a la naturaleza con toda su energía, pero esa tranquilidad que se vivía se desmoronó al sentirme observado. No muy lejos de donde yo estaba se encontraba una hermosa mujer que no cesaba de mirarme. Tenia cabellos azabaches piel morena y llevaba un vestido vaporoso de color blanco el cual transparentaba su cuerpo. Debajo de su vestido no llevaba nada, únicamente su desnudez más provocativa, me sentí extraño, algo recorrió mi cuerpo, como si una descarga eléctrica recorriese mi espina dorsal en el momento justo que nuestras miradas se encontraron.
Miradas intensas de esas que ya no olvidas jamás, no podía apartar la mirada de sus ojos mientras ella se acercaba a mí. Era increíble, me sentía como hechizado, esos ojos, esa mirada. Cuando al fin pude apartar mi mirada de sus ojos me di cuenta que su vestido vaporoso había sido movido por la brisa de aquella cálida tarde y con ella uno de los tirantes había descendido vertiginosamente por su hombro dejando uno de sus pechos al descubierto.
Ufffff!!!, Era increíble era un pecho firme y perfecto con un pezón sensual, que apetecía morder y más viendo que lo adornaba un aro de brillante plata. Cada vez se acercaba mas a mí solo había dos escasos metros entre ella y yo cuando me di cuenta que mi excitación no era la única que crecía... al verlo ella me dedicó una sonrisa picara mirando mi excitación esta vez claramente corporal.
Allí me encontraba yo no hubiera imaginado ni en el mejor de mis sueños húmedos lo que pasaría a continuación. Ella se paró delante de mí, miraba mis ojos y muy despacio se empezó a poner de cuclillas.
Ufffffff, ese vestido es como si no lo llevase, vi su sexo, su forma, vi como se abrían sus labios cuando se acuclillaba, con sus manos ella apartó los cabellos de mi cara y recorrió mi hombro, mi brazo, mi pierna, uffff!!! esto se ponía de los más duro. Tanta fue mi excitación que de mi sexo broto una gotita brillante, de lo cual ella se percató y como si de una abejita se tratara recogió el néctar con un dedo y se lo llevó a su dulce boca, estremeciéndose de placer. Acto seguido cogió mi mano y la llevo a su sexo abierto por la postura, estaba realmente húmeda y caliente.
Su sexo era suave, muy suave y mi mano se deslizaba de delante hacia atrás por su sexo, con mí otra mano le quité el otro tirante del vestido, ansiaba ver sus pechos desnudos. No pudo ser ya que al descender el vestido quedó suspendido por la dureza de su pezón, estaban duros y firmes como piedras, me empujó hacia atrás y rápidamente se puso encima de mí. Llevó sus pechos a mi boca la excitación y los gemidos nos desbordaban, pronto una ola de calor y placer colmó nuestros cuerpos. Estaba dentro de ella y era una situación que nunca antes había tenido. Su interior aterciopelado me hacia gritar de placer, ella se arqueaba mientras que me cabalgaba profundamente, notaba su humedad que descendía por mis testículos, estaban empapados de su esencia, era increíble, la cabalgada del siglo diría yo.
El clima y el éxtasis reinaban la playa, el silencio fue derrocado por los gemidos de placer, saliva y mordiscos se cosechaban en nuestros cuerpos. Ella se encontraba al borde del orgasmo sus movimientos ahora eran lentos y acompasados. Mi sexo estaba mas duro que nunca. Sabiendo que se estaba corriendo muy despacito, los espasmos y su humedad al compás de sus gritos la delataban hasta que mordiéndome la boca estallé dentro de ella. Era una pasada, nos habíamos corrido los dos sintiendo la energía de aquel sitio. Nos abrazamos y nos tranquilizamos sin decirnos ninguna palabra. De repente, ella se levantó y se fue igual que vino, sin dejar de mirarme. Esos ojos eran especiales, me llegaron a lo más profundo de mi ser, en ningún momento hablamos pero esos ojos decían lo suficiente.
Hoy en día a mis 83 años aún sigo buscando una mirada como aquella. Una mirada que decía tanto... Decía todo lo que hay que decir. Ese verano siempre lo recordaré... De la chica nunca supe más, pero su mirada me acompaña en mis sueños y en mi vida.
Relato enviado por: George

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