06 febrero, 2009

Calentón

Como cualquier viernes de cada semana Arthur acostumbraba a salir. Frecuentaba el bar de su íntimo y mejor amigo, Maurice. Hombre de poca fe pero mucha experiencia en relaciones personales.
- No seas ingenuo Arthur por favor. ¿No te das cuenta de que esa clase de mujer jamás se fijaría en un hombre como tú? Está jugando contigo amigo. Se atrevió a decir.
Arthur tenía la mirada triste, aún no lo había superado. Dejar a Eva fue la decisión menos acertada de su vida. Pensaba que no le amaba hasta que se dio cuenta de que jamás podría volverla a tocar. Se dio cuenta demasiado tarde de su error y su decisión le estaba costando muy caro. Estaba loco por ella, pero Eva se cansó de esperarlo eternamente. Él la recordaba constantemente, no la podía olvidar. ¡Cuánto le echaba de menos aquella noche!
Él permanecía allí, sentado tras la barra de un bar, charlando con su mejor amigo. Hablando ¡cómo no! del desamor, de lo mucho que costaba desenamorarse y de lo imposible de poder follar sin estar demasiado borracho. Y estando en esa conversación sonó el clic de la gran puerta del bar. Hacía frío y una pequeña cuadrilla de chicas entró en el bar. Todas parecían del montón exceptuando una. Ella, la primera, que hizo brincar su corazón.
¡Era un cañón! ¿De dónde había salido esa mujer? El jamás le había visto pero su presencia le impactó. Su cabello era largo y negro. Sus pechos enormes, salían de la camisa blanca medio abotonada. Ella, con paso firme, pasó por su lado y a su paso le rozó con su espalda. Ella le miró de reojo y él dándose cuenta de la sensualidad de dicha mujer le devolvió la mirada. Sus caras se habían encontrado por primera vez. Ella le dedicó una de sus mejores sonrisas. Él, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo alegró su vista ante semejante cuerpo. Sus piernas no demasiado largas eran fibrosas. Su tez morena brillaba en la oscuridad del bar y su culo sobresalía sobremanera de la pequeña y ajustada falda negra. Su cuerpo le estaba absorbiendo. Pero ella apartó la mirada. Cabizbajo, esperó la derrota, pero ¡cuán equivocado estaba!
Ella aprovechó el pequeño hueco de entre los taburetes para hacerse sitio entre la multitud. Sus manos comenzaron a peinar su cabello para separarlo de la cara sensualmente. El se estaba derritiendo pero no se atrevía ni siquiera a abrir la boca. Ella, volvió su mirada de nuevo y decidida se acercó a él.
-Eres guapo, dijo. Y pareces sólo. ¿No tienes nadie que te acompañe esta noche? Preguntó.
Él, mirando con asombro a su amigo contestó:
- No, no tengo a nadie, pero acepto compañía.
Ella, sabiendo del efecto del poder de su atracción, sin más rodeos le cogió su dedo índice y metiéndolo en su boca lo chupó. A Arthur se le salían los ojos de las órbitas y sin más preámbulos le dijo:- Me estás poniendo nena, cuidado que no respondo de mis acciones, yo te aviso.
-¿Qué ocurre, no te gusta?- Yo pensaba que sí. No sé, si quieres puedo intentar con otra cosa...
-¿Y qué es esa otra cosa que puedes hacer por mí?
- No sé, se me ocurre que comenzaría a tocarte y a rozarte. Dejaría que me cogieras mis pechos y te los llevaras a tu boca, eso me encantaría.
- A mí también me gustaría lamértelos, uno tras otro mientras dejo que mis manos rocen tu ser y mi dedo penetre en tu sexo. Querida, esta noche no será únicamente mi dedo lo que te metas en tu boca.
- Soy consciente de que tras mirarme has pensando en follarme. Imagínate lo que puedo hace por ti lamiéndote eso que tienes entre las piernas, le dijo sin ningún tipo de pudor.
-Me llamo Arthur, y sí quiero follarte. Pero antes tomemos una copa.
-Claro, yo un Gintonic, con poco hielo por favor. Maurice miraba la escena incrédulo. Temía que ella se estuviera aprovechando de su amigo y con reticencia comenzó a preparar el combinado.
Arthur cogió el vaso y sacó dos hielos, no lo dudó ni un solo momento y los metió dentro de la insinuante camisa apretada de ella. Ella se estaba poniendo, el más. Estaban como en un sueño, tenia delante a una mujer preciosa y ardiente, era justo lo que necesitaba esa noche.-Si sigues así voy a tener que desnudarte aquí mismo. Te aviso que soy capaz de muchas cosas.
-Y si tu sigues rozándome nena, haré que nos quedemos solos en el bar. Te subiré encima de la barra y te penetraré hasta que me digas basta.
- No quiero esperar más, sígueme. Dijo ella.
El se levantó y mientras lo hacía golpeó su precioso trasero con la palma de la mano.
-¿Adónde me llevas? Dijo él.
-Quiero hacer el amor en la playa, llévame y seré tuya completamente.
Caminaron no más de cinco minutos por la orilla del mar cuando divisaron una roca. Todo el lugar estaba a oscuras, ya que unos árboles tapaban todo el paisaje. Corrieron hacia las rocas. Él la cogió entre sus brazos, y la besó. Sus lenguas se rozaron suavemente mientras que sus manos se acariciaban intensamente. El seguía sobando sus grandes senos. Ella le bajó los pantalones y cogió su sexo entre sus manos. Estaba erecto y caliente y eso a ella le excitaba.
-Ahora vas a ser mía, quiero estar dentro de ti. Le dijo suavemente al oído.
Y cogiendo con lentitud su cuerpo hizo que apoyara sus manos en una de las rocas. Con ansia le subió la falda apretada y se dio cuenta de que no llevaba nada!, Eso era lo más. La flexionó, y la agarró de las caderas. Con un leve movimiento de cadera la penetró. Ella suspiró de placer y giró su cara para poder ver la cara del hombre que la estaba poseyendo. Sonrieron, y siguieron hasta apagar su sed. Tras un buen rato se calmaron, tenía ansia de placer.
Relato enviado por: Paris

1 comentario:

Alvaro dijo...

Sin duda, una página con una temperatura muy alta...

Saludos desde el agua