03 febrero, 2009

El trakatra del tren

Se oye un silbido y el tren parte puntual. Son las 16:15 en punto. Jodida puntualidad inglesa! Coloco mi maleta a duras penas en el minúsculo espacio que nos proporcionan para ello. Menos mal que mi solícita amiga que me acompañaba, ha cargado con ella hasta la estación y más allá hasta dentro del propio tren. Desconozco la causa que me impedía ser funcional en esos momentos.
El trayecto desde el buffet chino hasta la estación ha sido una cuenta atrás, o una aventura de Indiana Jones en la ciudad. Semáforos en rojo, calles equivocadas…. Y el maldito reloj que no paraba de marcar los minutos. Y entre tanto, nosotras manteníamos una animada conversación acerca de juguetes sexuales. ¿Acaso hay algún momento más propicio para hablar de éstas cosas que aquél en el que intentas alcanzar un tren en una ciudad prácticamente desconocida para ti, y el tiempo te ha vuelto a jugar una mala pasada? La siguiente a la izquierda….”Tenía también unas braguitas de cuero con cremallera…” ¡No, no, no todo recto! ¡Me las acabaron arrancando y rompiendo! En la rotonda a la derecha. “y unas de caramelo…” Ante semejante presión la adrenalina y la libido se disparan en todos los sentidos. ¿O seremos nosotras? Ella es un 4 sexual, tendrá eso algo que ver con todo esto? O tal vez el factor secreto sea el sexo telefónico que mantuve ayer contigo, que hace que me mantenga en éste estado. De todas formas, ¿qué más da? Cinco largas horas de viaje me esperan por delante. Así que tendré que buscarme algún tipo de entretenimiento.
Me dejo caer en el horrible asiento azul ajado del tren mientras temo fervientemente por mi libido. Seguro que ante ésta horrenda visión me abandona hasta más ver o sentir… ¡ Dios mío, apiádate de mí y mándame alguna señal que me haga seguir en éste camino de lo pecaminoso! Tac…tac…¡ y eso ya son dos! Rubio afrancesado a menos diez y macarrilla con barba y gorra en punto. Este último fuera de juego de momento saldando sus deudas con la almohada. Pero ya volverá…
Oh Señor, gracias por esta prueba y regalo. No he decidido todavía cuál va a ser la estrategia. Ufffff, que calor hace. Tal vez debería cambiarme de ropa…. Eso es, voy a utilizar la de tengo tanto calor que me voy a poner algo más fresco. Me levantó y me acerco a dónde está mi maleta, casualmente justo al lado del francesito. Me inclino sinuosamente no sin antes dedicarle una mirada cargada de lujuria e inocencia. Él me corresponde con la suya y una ligera sonrisa lateral. Ya está, le falta poco par a caer en mis redes. Me siento. Coloco una pasmina impidiendo que los de atrás puedan ver. Sólo él puede hacerlo. Empieza el espectáculo. Me quito el jersey, le miro. Me quito la camiseta de forma disimulada dejando entrever sólo por un segundo mis senos, le miro. Esta vez finge que no me está mirando. Pero noto su pulso in crescendo. Me pongo otra camiseta, le miro abiertamente, desafiante. Por último, le toca el turno a mis pantalones. Me deslizo en el asiento, dejando caer súbitamente mis pantalones hasta los tobillos. Su cara refleja la inmensa incredulidad ante lo que ven sus ojos. Me pongo los otros. Está todo hecho. Dejo que su mente y su corazón se aceleren por momentos. Unos minutos para que la expectativa vaya aumentando. Después me incorporo lentamente y meneando mis caderas con estilo me planto en la puerta del baño. Me giro tímidamente y le miro de soslayo. Entro dentro y empiezo a contar hacia atrás. Cinco, cuatro, tres…. Antes de llegar a cero la puerta se abre con decisión y allí aparece mi regalo de media tarde. Me empuja hacia la pared, firmemente pero con suavidad. Me levanta y me coloca en sus caderas, no sin antes arrancarme el botón del pantalón y bajármelos hasta donde dejasen de molestar.
Besos salvajes a traición, sus manos estrujando mi pecho. Y una mano maestra mimetizada con mi vulva. Con la mía busco su punto de apoyo, y allí lo encuentro firme esperándome. Descubro toda su extensión. La recorro una y otra vez. La tiene tan dura que pienso que va a reventar. Me corro de placer, de notarle tan excitado. Parece que esto también le motiva a él. Sin mediar media palabra me penetra con fuerza. Entre el vaivén del tren y el de nuestros sexos todo tiembla a mí alrededor y dentro de mí. Sigue penetrándome, empujándome contra la pared y mordiendo mi pecho derecho. No puedo con tanto placer. Vuelvo a correrme. Parece que él tiene mucho aguante. Sigue así durante un buen rato. Después se sienta en la taza y yo sobre él. Mi frente choca contra la puerta, pero no me importa. No lo siento. Sólo noto su gran miembro desfilando dentro de mí. En éste momento soy toda tuya. Y todo tú eres mío. Cojo su pene entre mis manos y lo coloco entre mis pechos. Me muevo arriba y abajo. Y en una de éstas me lo meto en la boca. Él suspira de placer. Sigo. Subo y bajo, con la lengua lo recorro por entero. Otra vez dentro. Siento que llega el momento. Lo saco y lo vuelvo a colocar como al principio. Y allí encima de mis mamas calientes desparrama todo su placer.
Ha sido fantástico. Nos vestimos. Sale el primero. Y al rato voy yo. Sólo tengo una pena. Y es que el macarra no se haya despertado. Qué no hubiera pasado sino…. Relato enviado por: La dama de hielo

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